Era una tarde tonta y caliente, de esas que te quema el sol la frente, era el verano del 97… Perdón, perdón, esto es la canción de unos chavales de Cornellà, y aquí no hemos venido a cantar, hemos venido a contar.
Érase una vez, una ciudad muy pero que muy lejana que se hacía llamar Madrid. En esta ciudad se respiraba libertad, mucha libertad, así lo manifestaba la líder de su comunidad.
En esta gran ciudad todas, todes, todis, todos, todus e incluso los habitantes de una región al noreste de la península de hablar inentendible para algunos y de pensamientos inmpensables para otros, eran bienvenidos. Lo bueno de nuestra ciudad, era que la mayoría no eran de aquí, casi todo el mundo era foráneo.
Corría el año 2007, cuando nuestro intrépido protagonista desembarcó en la capital del país desde la tierra de los petardos y clima cálido, donde desde el primer día vió que había mucho movimiento en todos los aspectos.
Sin embargo, en 2011 su vida dio un giro inesperado cuando se vio obligado a utilizar su segunda vida como si de un juego se tratara, ya que fue atropellado.
Esta no era la primera vez que desafiaba a la adversidad; en el año 1994 tras sobrevivir a un tumor cerebral que le afectó al nervio óptico, perdió la visión.
A pesar de los desafíos, nuestro héroe no se dejó vencer. Tras dar por concluida su carrera de atleta y completar los estudios de fisioterapia, empezó a trabajar en una clínica. Curiosamente combinaba el trabajo de clínica por la tarde y la labor de fisioterapeuta en una empresa por la mañana. Y quién sabe qué aventuras le depararían las noches…
En 2015, nuestro personaje viajó a la icónica tierra de las hamburguesas y la refrescante Coca-Cola con un objetivo claro: que le entregaran a su fiel compañera Twinkle, su perra guía inseparable.
Después de muchos años viviendo en la bulliciosa ciudad, el valiente fisioterapeuta observó con detenimiento el ritmo frenético de sus ciudadanos. Siempre inmersos en una carrera contrarreloj, se desplazaban con prisa de un lugar a otro. Mientras tanto, él se preguntaba por qué la gente optaba por las escaleras automáticas cuando las tradicionales ofrecían una alternativa más tranquila y segura.
Los atascos en las carreteras eran una constante, haciendo que pocos llegaran a tiempo a sus trabajos. Muchos se veían obligados a cargar con la mochila del portátil, el bolso y la bolsa del tupper para comer. ¿Quién no se estresaba así? Los centros comerciales rebosaban de personas, pero la mayoría decía que no tenía dinero.
En Madrid, el estrés continuo era una realidad constante, pero muchos no eran conscientes del verdadero impacto que tenía.
En el 2024, a nuestro héroe le surgió una brillante idea: normalizar la fisioterapia en el entorno empresarial. ¿El objetivo? Mejorar tanto el bienestar de los trabajadores como su rendimiento laboral, permitiéndoles dejar atrás las tensiones diarias.
Y así nació Fisemco: fisioterapia en empresa y consultoría.